El alfarero
EL ALFARERO:
Palabra de Jehová que vino a Jeremías, diciendo: Levántate y vete a casa del alfarero, y allí te haré oír mis palabras. Y descendí a casa del alfarero, y he aquí que él trabajaba sobre la rueda. Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano; y volvió y la hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla. Entonces vino a mí palabra de Jehová, diciendo: ¿No podré yo hacer de vosotros como este alfarero, oh casa de Israel? dice Jehová. He aquí que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano, oh casa de Israel. En un instante hablaré contra pueblos y contra reinos, para arrancar, y derribar, y destruir. Pero si esos pueblos se convirtieren de su maldad contra la cual hablé, yo me arrepentiré del mal que había pensado hacerles, y en un instante hablaré de la gente y del reino, para edificar y para plantar. Pero si hiciere lo malo delante de mis ojos, no oyendo mi voz, me arrepentiré del bien que había determinado hacerle. Ahora, pues, habla luego a todo hombre de Judá y a los moradores de Jerusalén, diciendo: Así ha dicho Jehová: He aquí que yo dispongo mal contra vosotros, y trazo contra vosotros designios; conviértase ahora cada uno de su mal camino, y mejore sus caminos y sus obras. Y dijeron: Es en vano; porque en pos de nuestros ídolos iremos, y haremos cada uno el pensamiento de nuestro malvado corazón. Por tanto, así dijo Jehová: Preguntad ahora a las naciones, quién ha oído cosa semejante. Gran fealdad ha hecho la virgen de Israel. ¿Faltará la nieve del Líbano de la piedra del campo? ¿Faltarán las aguas frías que corren de lejanas tierras? Porque mi pueblo me ha olvidado, incensando a lo que es vanidad, y ha tropezado en sus caminos, en las sendas antiguas, para que camine por sendas y no por camino transitado, para poner su tierra en desolación, objeto de burla perpetua; todo aquel que pasare por ella se asombrará, y meneará la cabeza. Como viento solano los esparciré delante del enemigo; les mostraré las espaldas y no el rostro, en el día de su perdición.
Jeremías 18:1-17 RVR1960
https://bible.com/bible/149/jer.18.1-17.RVR1960
Jeremías 18:1-17 RVR1960
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Ahora pues, Jehová, tú eres nuestro padre; nosotros barro, y tú el que nos formaste; así que obra de tus manos somos todos nosotros.
Isaías 64:8 RVR1960
https://bible.com/bible/149/isa.64.8.RVR1960
Isaías 64:8 RVR1960
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Dios nuestro padre Celestial es el alfarero y nosotros somos el barro. Somos obras de sus manos.
Cuando aceptamos a Jesus como nuestro Señor y salvador ya no vivimos por nosotros mismos sino que vivimos para agradar a Dios. Eso significa que estamos dispuestos a aceptar su voluntad que El Señor moldea, transforma y santifica nuestras vidas.
Cuando nos entregamos a su voluntad entramos en el reposo de Dios, esperando a que el haga la obra. Debemos dejar que nos moldee como vasos de barro en las manos del alfarero. Alli el proceso no es facil aunque es doloroso al final tiene un resultado glorioso.
Dios nos ama y no quiere dejarnos asi como estamos sino que quiere que seamos transformados a la imagen de su hijo Jesus. En ese momento es cuando mas tenemos que tener comunion con Dios, leer la palabra y buscar de su presencia.
“A pesar de todo, Señor, tú eres nuestro Padre; nosotros somos el barro, y tú el alfarero. Todos somos obra de tu mano.” – Isaías 64:8
La Biblia dice que Dios es el Alfarero y nosotros somos el barro. Cuando estamos abiertos a la voluntad de Dios en nuestras vidas, Él nos moldea, transforma, y santifica si andamos con Él.
Cuando venimos al Alfarero, tenemos que entregar todo, todas nuestras imperfecciones y dejar que Él sea nuestro Maestro. Tenemos que dejarle moldearnos y hacernos el vaso de honor que Él quiere que nosotros seamos.
Para que esto se logre, tenemos que tener el conocimiento de la Palabra de Dios antes de que Él pueda comenzar el proceso en nosotros. Cuando el alfarero coloca un pedazo de barro en una rueda necesita echar agua a fin de hacerlo flexible y bastante suave para que él sea capaz de usarlo. Jesús es nuestra Agua Viva y la Biblia nos dice: “… para hacerla santa. Él la purificó, lavándola con agua mediante la palabra, para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable.” – Efesios 5:26-27
Por consiguiente, el primer paso que tenemos que tomar, si realmente queremos que Dios nos moldee en la clase de persona que Él quiere que nos hagamos, debemos dedicar tiempo en la Palabra de modo que nos hagamos flexibles y moldeables.
El siguiente paso es que la pieza de barro debe ser bien centrada en la rueda. La razón de esto es que si un pedazo de barro no está bien centrado en la rueda, el desgarrará finalmente antes de que el alfarero puede terminar el proceso. Del mismo modo tenemos que ser correctamente centrados en Jesucristo ante Dios puede comenzar a moldear y formarnos.
Estar centrado en Jesús es tener la vida totalmente entregada a Él donde Él está en control total. Jesús tiene que ser Señor y Salvador de nuestra vida.
Justo como el alfarero no puede moldear el pedazo de barro en el pedazo de cerámica que él trata de hacer a menos que sea perfectamente centrado en la rueda, del mismo modo el Señor no puede comenzar a trabajar correctamente con nosotros a menos que seamos perfectamente centrados en Él en plena rendición.
Si tratamos de vivir nuestra vida sin Jesús conduciendo y dirigiendo el camino, nuestras vidas con el tiempo se descomponen y nunca llegarán a cumplir con el destino divino a que Dios nos ha llamado. Por eso Jesús nos dice en Su Palabra que sin Él no podemos hacer absolutamente nada: “Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada.” – Juan 15:5. Dios también nos dice que si tratamos de construir nuestra propia casa sin su guía directa, que vamos a terminar trabajando “en vano” si tratamos de hacerlo todo a través de nuestros propios esfuerzos. “Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican.” – Salmo 127:1
Una vez que la masa de barro tiene suficiente agua y se centra en la rueda, entonces el proceso de moldeo comienza. La rueda comienza a girar y la mano del alfarero hace presión en la cumbre del barro para crear una apertura y mueve sus manos en el interior del centro del barro. Él sigue constantemente formándolo y moldeándolo para que el resultado final sea el vaso que él desea hacer.
De la misma manera, la mano de Dios, literalmente, obra profundamente en nuestra alma y espíritu donde el trabajo de santificación realmente es hecho, moldeándonos y transformándonos en los santos que Él quiere que nosotros seamos.
Así como la pieza de barro tiene que confiar plenamente en el alfarero, de la misma manera tenemos que confiar plenamente en el Señor para moldar y transformar nuestras vidas. El barro está totalmente bajo Su control. Tiene que ser el cien por ciento cedido a Él. El barro debe ceder el paso a la mano del alfarero, si es para convertirse en algo útil. Por esta razón, tenemos que ceder a Dios rindiéndonos completamente.
Cuando estamos en las manos del Alfarero, sintiendo Sus presiones, sintiendo el moldeado de Sus dedos, nosotros podemos relajarnos y confiar en Él, porque sabemos que este Alfarero ha sufrido con nosotros y sabe cómo nos sentimos, pero está decidido a hacernos en un vaso útil y dispuestos a hacer toda buena obra: “En una casa grande no sólo hay vasos de oro y de plata sino también de madera y de barro, unos para los usos más nobles y otros para los usos más bajos. Si alguien se mantiene limpio, llegará a ser un vaso noble, santificado, útil para el Señor y preparado para toda obra buena.” – 2 Timoteo 2:20-21
Si permitimos que Dios use Su habilidad y su poder para moldear a la gente, y en el carácter que Él quiere que seamos, todos debemos decir con Isaías: “Señor, tú eres nuestro Padre; nosotros somos el barro, y tú el alfarero. Todos somos obra de tu mano.”
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